Hay tantas formas de viajar como personas. A algunos les gusta la ciudad, a otros la naturaleza abierta, a unos visitar museos y catedrales, a otros los deportes de riesgo.
Puede que en un viaje busquemos relax y olvidarnos del estrés del día a día o, por el contrario, que lo que busquemos sea adrenalina. Sean cuales sean nuestras preferencias, a la mayoría de las personas nos gusta viajar de vez en cuando.
Cambiar de aires y moverse en un entorno distinto es una actividad placentera que oxigena nuestro espíritu y nos genera energías renovadas para volver a la rutina.
Si lo pensamos bien, viajar es mucho más que una actividad placentera. En realidad,cuando viajamos, también estamos haciendo un viaje al interior de nosotros mismos y, además de disfrutar, estamos aprendiendo.
“Nuestro destino de viaje nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas”
-Henry Miller-
Viajar es enfrentar miedos
Todos albergamos miedos, pequeños o grandes, que superamos para poder viajar, en algunos casos incluso fobias. De hecho, la mera idea de romper la rutina, aunque placentera, ya supone un desequilibrio físico que trastorna nuestros cuerpos (nos afecta al sueño, los hábitos alimenticios…). Por supuesto, ¡lo superamos con gusto!
Algunos superan su miedo a volar, otros a estar lejos de sus seres queridos. Algunos tienen miedo de perderse en el destino o de no ser capaces de entenderse con los demás en una lengua extranjera.
Lo bueno es que el hecho de viajar nos motiva lo suficiente para decidir pasar por alto estos miedos y es por eso que viajar no es solo hacer turismo, sino también salir de la zona de confort y crecer.
Viajar es superar prejuicios
Cuanto más viajamos, más culturas diferentes a la nuestra conocemos y, con ellas, costumbres distintas.
En cada lugar del mundo hay unas costumbres particulares que rigen la forma de actuar de quienes viven en ellos.
En algunos lugares se habla muy alto, mientras que en otros no se escucha a nadie en los restaurantes; las personas pueden ser más distantes o más sociables, se saluda con uno, dos o tres besos, como en Francia o con un abrazo, como en Norteamérica. Cambian las formas de vestir, los horarios y las comidas.
Sea lo que sea lo que te encuentres en tu destino, lo cierto es que cuando viajamos somos conscientes de que cada lugar del mundo es distinto, pero no por ello mejor ni peor, cada lugar es especial por el hecho de estar ahí y formar parte de la riqueza de nuestro planeta.
Cuantas más formas de ser conocemos, menos prejuicios tenemos, porque entendemos que igual que en cada lugar hay paisajes distintos, hay culturas distintas, que son únicas y hacen hermoso al planeta por su diversidad.
“Viajar es malo para el prejuicio, la intoleracia y la estrechez de mente”
-Mark Twain-
Viajar es aprender a adaptarse
Normalmente, tenemos una rutina para el día a día. Cuando viajamos, esta se transforma, cambia todo: los horarios, las comidas, las actividades que hacemos…
El cuerpo humano está diseñado para ajustarse a unos hábitos y este rompimiento con la rutina es algo a lo que debe adaptarse.
El ejemplo más evidente es, cuando hacemos largos viajes, el jet-lag; ya que el cambio de horarios y en los ciclos del sueño nos deja cansados y con la mente espesa.
Desde los cambios de rutina hasta tener que ponernos de acuerdo con los demás, pasando por las comidas o las condiciones higiénicas y climáticas del lugar donde vayamos, en los viajes tenemos que que ser flexibles y adaptarnos.
Al final del viaje, cuando miramos atrás, la experiencia ha merecido la pena y si hemos aprendido algo es que somos capaces de vivir en circunstancias distintas, y eso nos hace mas grandes, más receptivos al cambio.
Viajar es recuperar el misterio
¿Recuerdas cuando eras niño y explorar el entorno era una aventura? Podían ser los alrededores de tu barrio e incluso una habitación a la que no te dejaran entrar a menudo.
Conocer cualquier rincón cercano era toda una aventura. Con el paso de los años, esta sensación se va perdiendo entre las responsabilidades y la rutina.
Esa emoción de adentrarse en lo misterioso y lo nuevo, podemos recuperarla viajando; en las calles de una ciudad que no conocemos, entre los árboles de un bosque donde parece que estemos solos, a veces nos asalta esa sensación que sube por el estómago y que nos hace sentir como protagonistas de nuestra propia historia de aventuras.
“Viajar permite huir de la rutina diaria, del miedo al futuro”
-Graham Greene-
Viajar es crecer
En resumidas cuentas, viajar es hacer turismo, disfrutar, pero viajar también es probarse como persona, ampliar horizontes, conocerse en circunstancias distintas, conocer nuestros límites y ver que podemos superarlos, salir de nuestra zona de confort.
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